martes, septiembre 21, 2004
Nota Editorial: Mierda!
Ayer a la tarde, fui a tomar un café en un bar de San Justo con un chabón que labura conmigo, porque teníamos que hacer tiempo.
El bar queda en pleno centro, frente a la estación de trenes y a esa hora estaba que reventaba de gente. No habían pasado diez minutos cuando entró una nena. Pero nena, tendría 10, 11, 12 o quizá 13 años, no, no tanto, aunque era imposible adivinar. Lo cierto es que era una nena, con cara de nena, cuerpo de nena y ojos de nena. ¿Inocencia de nena? No, esa se la robaron.
Se acercó a la mesa e ignorándome por completo dijo: Hola lindo!, no querés comprarme INSERTAR ALGUNA PELOTUDEZ DE TURNO QUE TENÍA PARA VENDER tengo de colores, con brillito, la que a vos te guste, lindo. Mi amigo le dijo que gracias, pero no. Y entonces insistió ¿y alguna otra cosa? y miró así, con los ojos bien abiertos. Casi que podría jurar que escuché como se nos rompía el alma.
Se fue, siguió caminando entre las mesas mientras nosotros puteabamos en voz semi audible. No sé. Cuánta mierda. Qué clase de hijo de puta tenés que ser para mandar una nena a eso. Que la mandes a vender, ponele, de última es una putada, pero bue. Pero así no. Por favor, así no. Lo peor es, que si nosotros que no vivimos por ahí, ni cerca, necesitamos diez minutos para enterarnos, quién tiene que tomar cartas en el asunto, se las pasa bien por el culo.
Y no sé, qué mierda se hace con todo esto. Cuánto hay que hacer para erradicar estas cosas. ¿Alcanza con que nos demos una mano entre nosotros?
No se. La sensación que quedó fue una mierda. Pero fue eso, una sensación, como recibímos decenas por día, y de algún modo, esta vuelta, no quería olvidarme.
El bar queda en pleno centro, frente a la estación de trenes y a esa hora estaba que reventaba de gente. No habían pasado diez minutos cuando entró una nena. Pero nena, tendría 10, 11, 12 o quizá 13 años, no, no tanto, aunque era imposible adivinar. Lo cierto es que era una nena, con cara de nena, cuerpo de nena y ojos de nena. ¿Inocencia de nena? No, esa se la robaron.
Se acercó a la mesa e ignorándome por completo dijo: Hola lindo!, no querés comprarme INSERTAR ALGUNA PELOTUDEZ DE TURNO QUE TENÍA PARA VENDER tengo de colores, con brillito, la que a vos te guste, lindo. Mi amigo le dijo que gracias, pero no. Y entonces insistió ¿y alguna otra cosa? y miró así, con los ojos bien abiertos. Casi que podría jurar que escuché como se nos rompía el alma.
Se fue, siguió caminando entre las mesas mientras nosotros puteabamos en voz semi audible. No sé. Cuánta mierda. Qué clase de hijo de puta tenés que ser para mandar una nena a eso. Que la mandes a vender, ponele, de última es una putada, pero bue. Pero así no. Por favor, así no. Lo peor es, que si nosotros que no vivimos por ahí, ni cerca, necesitamos diez minutos para enterarnos, quién tiene que tomar cartas en el asunto, se las pasa bien por el culo.
Y no sé, qué mierda se hace con todo esto. Cuánto hay que hacer para erradicar estas cosas. ¿Alcanza con que nos demos una mano entre nosotros?
No se. La sensación que quedó fue una mierda. Pero fue eso, una sensación, como recibímos decenas por día, y de algún modo, esta vuelta, no quería olvidarme.
