
martes, marzo 01, 2005
Post dedicado: Aprendizaje.
Para Carolate, que no sólo va a ser mamá sino que va a ser una mamá re grossa.
Yo le enseñe a decir mamá, a llamar a cada uno por su nombre, a decir chau cuando se va, a decir gracias, le enseñe a hacerle mimos en las manos a los bebés y en la cara a todos los demás, a imitar a los animales, a ofrecer piñas en joda y a dar golpes fuertes, le enseñe a leer libros, a ordenarlos después de leer, a no salirse del límite de las hojas a la hora de pintar, a correr. A construir con cubos y bloques, a hablar con los muñecos. Le enseñe a decir cuantos años tiene, y cuando cumplimos años, que NO es para cuando no quiere, que SÍ es para todo lo demás, a trepar los escalones, a correr los globos y las pelotas, a tirarle miguitas a las palomas. Le enseñe a ver películas en el cine y tomar la leche en una taza, le enseñe a jugar con TODO en el piso y a dejar los dibujitos para no hay nada mejor que hacer, a comer con un tenedor y a pedir por su nombre la fruta que quiere de postre.
Le enseñe a cantar al agua pato, pato cada vez que le toca bañarse, y a aplaudir cada logro. Le enseñe en qué parte de la casa puede encontrar qué, y que pis hay que hacer en la pelela cuando el pito tiene ganas. A guardar la ropa cuando la doblo y a poner mantel en la mesa antes de comer.
Yo le enseñe cada parte de su cuerpo, cada parte del mio, el nombre de cada cosa que tuvo adelante, a darme la mano en la calle, a no saludar si no quiere, a reirse a carcajadas cuando se le antoje sin importar el motivo, a jugar al cuco y a la guerra de cosquillas. A gritar gol, a hacer gimnasia, a bailar con los pies, a comer helado.
Y... cada cosa que tuve delante de nosotros se la enseñe. Sería interminable la lista, después de 19 meses juntos.
Él, en cambio, me enseño a aferrarme a la vida, a emprenderla con la vida cada día, cada instante, y con eso sólo empezó el partido ganando por goleada.
Yo le enseñe a decir mamá, a llamar a cada uno por su nombre, a decir chau cuando se va, a decir gracias, le enseñe a hacerle mimos en las manos a los bebés y en la cara a todos los demás, a imitar a los animales, a ofrecer piñas en joda y a dar golpes fuertes, le enseñe a leer libros, a ordenarlos después de leer, a no salirse del límite de las hojas a la hora de pintar, a correr. A construir con cubos y bloques, a hablar con los muñecos. Le enseñe a decir cuantos años tiene, y cuando cumplimos años, que NO es para cuando no quiere, que SÍ es para todo lo demás, a trepar los escalones, a correr los globos y las pelotas, a tirarle miguitas a las palomas. Le enseñe a ver películas en el cine y tomar la leche en una taza, le enseñe a jugar con TODO en el piso y a dejar los dibujitos para no hay nada mejor que hacer, a comer con un tenedor y a pedir por su nombre la fruta que quiere de postre.
Le enseñe a cantar al agua pato, pato cada vez que le toca bañarse, y a aplaudir cada logro. Le enseñe en qué parte de la casa puede encontrar qué, y que pis hay que hacer en la pelela cuando el pito tiene ganas. A guardar la ropa cuando la doblo y a poner mantel en la mesa antes de comer.
Yo le enseñe cada parte de su cuerpo, cada parte del mio, el nombre de cada cosa que tuvo adelante, a darme la mano en la calle, a no saludar si no quiere, a reirse a carcajadas cuando se le antoje sin importar el motivo, a jugar al cuco y a la guerra de cosquillas. A gritar gol, a hacer gimnasia, a bailar con los pies, a comer helado.
Y... cada cosa que tuve delante de nosotros se la enseñe. Sería interminable la lista, después de 19 meses juntos.
Él, en cambio, me enseño a aferrarme a la vida, a emprenderla con la vida cada día, cada instante, y con eso sólo empezó el partido ganando por goleada.