
martes, enero 03, 2006
Huellas
La punta de los marcadores fluorecentes nuevos resecas y hechas una flor. La lapicera nueva con la tapa de un marcador mordisqueado. La habilidad del dedo gordo para pasar por los canales de dibujitos más rápido que si la velocidad de la luz se potenciara a la enésima.
La sensibilidad de la uña del dedo del pie para hacer contacto con los playmóbil adentro del zapato antes de pisarlos. El bolsillo de adelante de la mochila reservado para toda clase de golosinas ridículas. Las marcas de dentífrico de frutilla en el lavatorio. El escalón de lavarte los dientes al lado del armario para poder abrir lo que sabés que no podés tocar.
Los dibujos sorpresivos en un cuaderno que quedó abierto en el escritorio. Tu Goofy en mi cartera cuando me olvido de revisarla antes de salir. El cajón de la ropa que está más abajo completamente esparcido por la habitación cuando te mando a buscar un calzoncillo para cambiarte.
El olor a perfume de nene permanente en las manos. El olor a toallitas humedas cada vez que te da por comer algo en la calle. Un tenedor miniatura en la cartera por si se nos ocurre quedarnos a comer por ahí. Las dos sesiones de usuario abiertas en la PC para cuando se te da por apagarla y los sillones y sillas lejos de todas las ventanas.
Stickers en la puerta de la heladera. Cds en cualquier cajita. Toda una góndola de postrecitos diferentes en la heladera. Libros escondidos debajo de los sillones. Letras de goma eva debajo de los muebles. Historias de cuentos siempre a mano. Protectores de pantalla coloridos.
La casa llena de ruidos. Canciones, gritos, palabras, música, más palabras, más canciones, risas, muchas risas, llanto, más risas, más palabras. Por Dios, cómo hablás, cómo te reís. Cuando no estás el silencio en esta casa hacer doler los oídos.
Películas alquiladas cien mil veces, juguetes en reparación permanente, un ojo puesto en la puerta de la cocina para que no se te de por cocinar sólo. Echarte de la cama cada dos por tres. Tus pasos. Tus talones, repiqueteando. Esos pasos furtivos, corriendo porque, contra toda mi voluntad, no puedo dejarte estar descalzo.
Tus talones ripequeteando desde la pieza hasta el comedor cuando desnudas tus pies y crees que no me doy cuenta y corres a esconderte. Las sílabas Ma ma, repetidas infinitamente en todas sus variantes.
Por Dios. Cualquiera creería que tener un hijo es difícil, pero yo, Joa no sé a esta altura qué sería de está casa sin las huellas que vas marcando por todas partes.
La sensibilidad de la uña del dedo del pie para hacer contacto con los playmóbil adentro del zapato antes de pisarlos. El bolsillo de adelante de la mochila reservado para toda clase de golosinas ridículas. Las marcas de dentífrico de frutilla en el lavatorio. El escalón de lavarte los dientes al lado del armario para poder abrir lo que sabés que no podés tocar.
Los dibujos sorpresivos en un cuaderno que quedó abierto en el escritorio. Tu Goofy en mi cartera cuando me olvido de revisarla antes de salir. El cajón de la ropa que está más abajo completamente esparcido por la habitación cuando te mando a buscar un calzoncillo para cambiarte.
El olor a perfume de nene permanente en las manos. El olor a toallitas humedas cada vez que te da por comer algo en la calle. Un tenedor miniatura en la cartera por si se nos ocurre quedarnos a comer por ahí. Las dos sesiones de usuario abiertas en la PC para cuando se te da por apagarla y los sillones y sillas lejos de todas las ventanas.
Stickers en la puerta de la heladera. Cds en cualquier cajita. Toda una góndola de postrecitos diferentes en la heladera. Libros escondidos debajo de los sillones. Letras de goma eva debajo de los muebles. Historias de cuentos siempre a mano. Protectores de pantalla coloridos.
La casa llena de ruidos. Canciones, gritos, palabras, música, más palabras, más canciones, risas, muchas risas, llanto, más risas, más palabras. Por Dios, cómo hablás, cómo te reís. Cuando no estás el silencio en esta casa hacer doler los oídos.
Películas alquiladas cien mil veces, juguetes en reparación permanente, un ojo puesto en la puerta de la cocina para que no se te de por cocinar sólo. Echarte de la cama cada dos por tres. Tus pasos. Tus talones, repiqueteando. Esos pasos furtivos, corriendo porque, contra toda mi voluntad, no puedo dejarte estar descalzo.
Tus talones ripequeteando desde la pieza hasta el comedor cuando desnudas tus pies y crees que no me doy cuenta y corres a esconderte. Las sílabas Ma ma, repetidas infinitamente en todas sus variantes.
Por Dios. Cualquiera creería que tener un hijo es difícil, pero yo, Joa no sé a esta altura qué sería de está casa sin las huellas que vas marcando por todas partes.