Antes de escribir el post propiamente dicho quiero puntualizar dos temas de importancia capital para el lector desprevenido (al margen de esta aclaración sencilla: yo peleo poco, nada).

Uno: si algo le envidio a Cyrano de Bergerac es aquello de "inmediato replicador" ya que a mí el don de la replica no me fue dado, muchísimo menos sazonado con la inmediatez. Yo si llego a pergeñar (disculpen, estoy leyendo un libro de época) una contestación asombrosa, seguro lo hago tan tarde que ya no queda ni el portero del edificio de enfrente. Mucho menos, alguien que recuerde la causa de la afrenta.

Por otro lado, cuando me traslado de un lugar a otro suelo divagar. Es decir, yo aprendí a pie juntillas aquello que recomendaba Ara en una publicidad de depiladoras. Así, mientras camino por la calle voy pensando en la más infinita variedad de temas, llegando incluso a no percibir con claridad el entorno. Como, por ejemplo, hoy... cuando venía por (INSERTAR nombre de cierta Av. que es igual al de cierto barrio gallina y cheto) pensando en la cara de felicidad de mi hijo cuando descubriera en mi cartera unos cuantos paquetes a estrenar de figuritas casi inéditas de un personaje de su agrado y me sonreí, reí, sin disimulo.

No terminaba yo de subir a la acera cuando una voz me arrancó de mis pensamientos:

Ella: - ¿Qué pensás?

Cara de estupor. Recostrucción de escena: treintañera con sucio perro de esos blancos con cola de plumero (caniche?) pero de los grandes.
Delay de cuatro segundos.

Ella, de nuevo: ¿Qué pensás, de qué te reís?
Yo: eh? nada... venía... dudé, por qué me estaba interpelando la mina esta?

Ella, mal, alzando la voz en un gesto que viola cualquier manual de códigos: ¿Qué te pasa? y murmura algo sobre lo que yo podía hacer con mi maldad.


Entonces reacciono.

Porque, ponele, vos podés estar loca, yo pude dar lugar a confusiones, el sol puede no salir igual para todas; pero a mí no m gusta que me digan mala, un viernes a la tarde cuando estoy que estallo de alegría... y me escucho rematar:

Yo: nada, que tenés el pelo igual que el del perro

Y sigo sin aminorar ni apresurar el paso... y me alejo farfullando que pude hacerlo mejor... pero escucho un pulmón que se infla para espetarme un trilladísimo:

Ella: Lo mio tiene cura, pero vos vas a ser maldita siempre


YO: Y maldita es mucho, porque yo en Dios si creo y ahí nomás me ilumino. Clavo los talones. Giro. La miro y le sonrío un: Que Dios te bendiga, inclino la cabeza en saludo amable. La levanto y con la frente bien alta le bato un no menos clásico: y que esta noche consigas una p*j* (pero con todas las letras correspondientes).

Y me voy. Ovacionada por tres albañiles, pensando que está bien, que desde hoy pertenezco al grupo de "replicadores cabeza" lo cual está como 10 posiciones más arriba que la de "comerse los mocos". Y qué bien se siente.

Y taconeo fuerte, para no escuchar lo que dice porque, esto sí que lo sé, en estos casos no sirve de nada quedarse con la última palabra