viernes, julio 21, 2006
Feliz Cumpleaños
En ésta casa, básicamente, se juega. Pero se juega, todo el día, parte del tiempo, incluso, sin juguetes. En ésta casa se juega con autos, pelotas y encastres; con rompecabezas y animales, con juegos de mesa, con la computadora, con los playmóbil, con muñecos, con más autos (porque ahora rankean en la cima del interés), con barcos piratas, con ciudades de colores armadas de ladrillos, con castillos, con más animales, con cartas de cualquier cosa que parezca infantil y no sea para damas, con...
También se juega con títeres que a veces cuentan cuentos, y, las menos, bajan línea. Con lápices, papeles de colores, brillantina, marcadores y plasticolas. Con elementos menos ortodoxos, yerba, fideos, hojas de los árboles, trocitos de los vasos descartables, y cualquier cosa que tengamos a mano, para decorar dibujos enormes. Tan enormes como el contorno de todo tu cuerpo en un papel afiche, tan enormes como cualquier librito de pintar de precio irrisorio y calidad dudosa. Se juega con plastilina, con masa, con arcilla y, a veces, con panes de jabón de lavar. Con disfrazes improvisados.
Se juega a hacer música, a escucharla, a bailarla y a cantarla. A cantarla a los gritos, sin preocuparse demasiado. A tocar el tambor, a coparse con una canción rídicula y ver quién se la aprende primero. A tocar los toc, tocs. Se juega a leer, historias interminables, letra por letra. O, dibujo por dibujo. A veces, invento por invento.
En esta casa se juegan todos esos juegos tradicionales. Pero, además, se juega con las palabras. Todo el día. Se las deforma. Se las aprehende. Se las vuelve a formar. Se las ama. Acá, hablamos mucho, casi no paramos de hablar. Hablamos bien. Hablamos mal. Hablamos mal adrede. Y nos corregimos. Y nos volvemos a corregir. Y nos preguntamos cosas. Y después las damos vuelta y las contestamos. O contamos la historia, yo, de mi gato Cirilo. Vos, de tu perro Floripondio, que un día era rojo, y otro violeta, y otro violetarojoamarillonegroyrosa y no dormía de noche, porque quería jugar y era amigo de... y seguís inventando, y yo no puedo más que escucharte, azorada, agradecida, de que me regales un cuento, así, de la nada.
Se juega al cine. Y entonces vamos y vemos películas, una, dos, tres veces, las que haga falta. Y comemos de todo, pero no pochoclo. Y después, decidimos que nos gustaría jugar al teatro... o al museo... o en la plaza. PArticularmente nos gustan los toboganes de cualquier plaza. O tomar cafe. O salir a comer. O... cualquier cosa. Acá nos encanta salir a jugar a prácticamente cualquier lado qeu nos ofrezca el espacio.
Se juega a hacer caras ridículas, a imitar sonidos interesantes, a recortar imagenes y armar nuestro propio libro. Se juega a las cosquillas, reincidentemente. Se juega, concientemente, a quitarle espacio al silencio y llenarlo de carcajadas. A aprender las letras. Y de pronto, plafate pluf, las encontramos en alguna palabra, sin ayuda. Y a aprender los colores, y cuando se nos dice que los árboles no son celestes, decimos que ya sabemos, que estamos jugando, que con tempera azul y amarilla, lo arreglamos.
Se juega a las piñas para defendernos. A las piñas para defender a los que queremos. A los goles de Argentina. A los fouls de Holanda.
Y cuando decimos azul y amarillo, jugamos a Central... y hablamos de Rosario. Y cuando decimos Rosario, nos acordamos de Yomo. Y eso, nos recuerda al helado. Y el helado, al zoo. Y el zoo... y relacionamos hasta que alguno repite... y hay que seguir jugando.
Acá se juega. Se juega todo el día. Se juega de noche. Se juega adentro. Se juega afuera. Se juega sólo, de a dos, de a diez, de a mil. Se juega con ímpetu, casi sin ganas. Se juega a ganar. Se juega a jugar. Acá se juega. Se juega mucho más de lo que puedo contarte. Y así, mientras jugamos aprendemos. Vos, las letras, los colores, los números, las palabras... etc. Yo, el sentido de la vida. Yo, las letras, los números, las palabras... etc. Vos, el sentido de la vida.
Y mientras jugamos, nos vamos queriendo. Sin condiciones. Sin preambulos. Nos vamos queriedo mucho, con fuerza, así de mucho... como la distancia que hay entre mi mano derecha estirada hacia el costado y mi mano izquierda tirando para el otro lado...
no, mejor, como la distancia que hay si sumamos eso diez veces
no, mil
no, un millón
no, el infinito punto rojo
punto azul
punto todos los colores.
Más o menos así. Más.
Aproximadamente así nos encuentra tu tercer cumpleaños.
¡¡FELIZZZZZZZZZZZZZZZZ CUMPLEAAAAAAAAAAAAÑOSSSSSSSS; TESSSSSSSSSORO!!.
Ahí te ves
PD: no, la foto no es actual, pero tampoco podían esperar que confiara tanto en internet no?
También se juega con títeres que a veces cuentan cuentos, y, las menos, bajan línea. Con lápices, papeles de colores, brillantina, marcadores y plasticolas. Con elementos menos ortodoxos, yerba, fideos, hojas de los árboles, trocitos de los vasos descartables, y cualquier cosa que tengamos a mano, para decorar dibujos enormes. Tan enormes como el contorno de todo tu cuerpo en un papel afiche, tan enormes como cualquier librito de pintar de precio irrisorio y calidad dudosa. Se juega con plastilina, con masa, con arcilla y, a veces, con panes de jabón de lavar. Con disfrazes improvisados.
Se juega a hacer música, a escucharla, a bailarla y a cantarla. A cantarla a los gritos, sin preocuparse demasiado. A tocar el tambor, a coparse con una canción rídicula y ver quién se la aprende primero. A tocar los toc, tocs. Se juega a leer, historias interminables, letra por letra. O, dibujo por dibujo. A veces, invento por invento.
En esta casa se juegan todos esos juegos tradicionales. Pero, además, se juega con las palabras. Todo el día. Se las deforma. Se las aprehende. Se las vuelve a formar. Se las ama. Acá, hablamos mucho, casi no paramos de hablar. Hablamos bien. Hablamos mal. Hablamos mal adrede. Y nos corregimos. Y nos volvemos a corregir. Y nos preguntamos cosas. Y después las damos vuelta y las contestamos. O contamos la historia, yo, de mi gato Cirilo. Vos, de tu perro Floripondio, que un día era rojo, y otro violeta, y otro violetarojoamarillonegroyrosa y no dormía de noche, porque quería jugar y era amigo de... y seguís inventando, y yo no puedo más que escucharte, azorada, agradecida, de que me regales un cuento, así, de la nada.
Se juega al cine. Y entonces vamos y vemos películas, una, dos, tres veces, las que haga falta. Y comemos de todo, pero no pochoclo. Y después, decidimos que nos gustaría jugar al teatro... o al museo... o en la plaza. PArticularmente nos gustan los toboganes de cualquier plaza. O tomar cafe. O salir a comer. O... cualquier cosa. Acá nos encanta salir a jugar a prácticamente cualquier lado qeu nos ofrezca el espacio.
Se juega a hacer caras ridículas, a imitar sonidos interesantes, a recortar imagenes y armar nuestro propio libro. Se juega a las cosquillas, reincidentemente. Se juega, concientemente, a quitarle espacio al silencio y llenarlo de carcajadas. A aprender las letras. Y de pronto, plafate pluf, las encontramos en alguna palabra, sin ayuda. Y a aprender los colores, y cuando se nos dice que los árboles no son celestes, decimos que ya sabemos, que estamos jugando, que con tempera azul y amarilla, lo arreglamos.
Se juega a las piñas para defendernos. A las piñas para defender a los que queremos. A los goles de Argentina. A los fouls de Holanda.
Y cuando decimos azul y amarillo, jugamos a Central... y hablamos de Rosario. Y cuando decimos Rosario, nos acordamos de Yomo. Y eso, nos recuerda al helado. Y el helado, al zoo. Y el zoo... y relacionamos hasta que alguno repite... y hay que seguir jugando.
Acá se juega. Se juega todo el día. Se juega de noche. Se juega adentro. Se juega afuera. Se juega sólo, de a dos, de a diez, de a mil. Se juega con ímpetu, casi sin ganas. Se juega a ganar. Se juega a jugar. Acá se juega. Se juega mucho más de lo que puedo contarte. Y así, mientras jugamos aprendemos. Vos, las letras, los colores, los números, las palabras... etc. Yo, el sentido de la vida. Yo, las letras, los números, las palabras... etc. Vos, el sentido de la vida.
Y mientras jugamos, nos vamos queriendo. Sin condiciones. Sin preambulos. Nos vamos queriedo mucho, con fuerza, así de mucho... como la distancia que hay entre mi mano derecha estirada hacia el costado y mi mano izquierda tirando para el otro lado...
no, mejor, como la distancia que hay si sumamos eso diez veces
no, mil
no, un millón
no, el infinito punto rojo
punto azul
punto todos los colores.
Más o menos así. Más.
Aproximadamente así nos encuentra tu tercer cumpleaños.
¡¡FELIZZZZZZZZZZZZZZZZ CUMPLEAAAAAAAAAAAAÑOSSSSSSSS; TESSSSSSSSSORO!!.
Ahí te ves
PD: no, la foto no es actual, pero tampoco podían esperar que confiara tanto en internet no?