lunes, noviembre 20, 2006
Final Feliz?
En la biblioteca de mi viejo, existe desde siempre una colección que se llama "biblioteca básica universal", así, con minúsculas, del Centro Editor de América Latina.
Son unos libritos blancos, tamaño bolsillo, de encuadernación dudosa pero contenido zarpado.
Cuando mi romance con los susodichos superó la etapa en la que, modestamente, solo podía cambiar el órden en el que se ubicaban... comencé a devorarlos.
Y ahí, por primera vez me enamoré de Athos, de Portos, de Aramis y de Dartagnan... pero mal... tan mal que hasta me sentí destinada a ser la quinta mosquetera.
Y también ahí me tiré de cabeza con Ana Karenina debajo de las ruedas del tren. Y, te juro, le agarré un poco de bronca a Madame Bovary, para después compadecerme hasta las lágrimas. Ni hablar de cuando me enamoré de Darcy... y me sentí Isabel Bennet, aún a riesgo de tener que perderme a Bingley. Viajé con el Quijote y Sancho, y salí a robar caminos con Robin Hood... llegando a cuestionarme, con total y absoluta seriedad, cómo sería vivir en el bosque de Sherwood.
Me limé la cabeza con los nombres de todos los hermanos Karamasov, y se me heló la sangre con la maldad de la Reina de las Nieves y la profunda tristeza de Ariel, la Sirenita de Andersen. Transite dos veces por las páginas de Tiempos Difíciles y no me gustó, pero ni un poquito así, lo de Kathy y Heathcleaf. Mucho más me gusto el Doctor Zhivago para el caso. Y odié a Madame Renal y después a Sorel y después a Renal de nuevo.
Hubo más. Mucho. Y releí la mayoría. Y a algunos por tercera vez... y aprendí a leer otras cosas, y a volver de vez en cuando.
Y el otro día volví... y así, casi al azar... saqué uno que estaba intacto... ni una hoja marcada. Ninguna página doblada para marcar desde donde continuar la lectura... nada...
Los devoré, prácticamente los devoré... para el final del tomo uno ya estaba prendadisima de Becky Sharp... y, claro, de Rawdon. Para la mitad del tomo dos, me destrozó la muerte de George Osbourne a quien ya había decidido acompañar a luchar contra Napoleón. Para el tomo tres era completamente esclava del capitán Dubbin. Odiaba a Becky y sufría horrores con Amelia.
El detalle. El pequeñísimo detalle es que el Tomo 4, el del final, no está... no está por ningún lado. Lo cual explica por qué nunca la había emprendido con la Feria de Vanidades. Evidentemente en épocas más lúcidas tuve la precaución de fijarme si estaba el libro completo antes de que me pasara esto.
Y acá estoy... completamente desvastada porqeu no encontré el libro on line y porque hoy en Yenny me pidieron $121 porque viene la edición completa en un solo tomo. En la calle Corrientes tampoco lo encontré.
Y acá vamos, con el último manotazo del ahogado... o aparece el libro antes del viernes o me entero de qué fue de la vida de toda esta gente por DVD. Triste. Tristísimo.
Son unos libritos blancos, tamaño bolsillo, de encuadernación dudosa pero contenido zarpado.
Cuando mi romance con los susodichos superó la etapa en la que, modestamente, solo podía cambiar el órden en el que se ubicaban... comencé a devorarlos.
Y ahí, por primera vez me enamoré de Athos, de Portos, de Aramis y de Dartagnan... pero mal... tan mal que hasta me sentí destinada a ser la quinta mosquetera.
Y también ahí me tiré de cabeza con Ana Karenina debajo de las ruedas del tren. Y, te juro, le agarré un poco de bronca a Madame Bovary, para después compadecerme hasta las lágrimas. Ni hablar de cuando me enamoré de Darcy... y me sentí Isabel Bennet, aún a riesgo de tener que perderme a Bingley. Viajé con el Quijote y Sancho, y salí a robar caminos con Robin Hood... llegando a cuestionarme, con total y absoluta seriedad, cómo sería vivir en el bosque de Sherwood.
Me limé la cabeza con los nombres de todos los hermanos Karamasov, y se me heló la sangre con la maldad de la Reina de las Nieves y la profunda tristeza de Ariel, la Sirenita de Andersen. Transite dos veces por las páginas de Tiempos Difíciles y no me gustó, pero ni un poquito así, lo de Kathy y Heathcleaf. Mucho más me gusto el Doctor Zhivago para el caso. Y odié a Madame Renal y después a Sorel y después a Renal de nuevo.
Hubo más. Mucho. Y releí la mayoría. Y a algunos por tercera vez... y aprendí a leer otras cosas, y a volver de vez en cuando.
Y el otro día volví... y así, casi al azar... saqué uno que estaba intacto... ni una hoja marcada. Ninguna página doblada para marcar desde donde continuar la lectura... nada...
Los devoré, prácticamente los devoré... para el final del tomo uno ya estaba prendadisima de Becky Sharp... y, claro, de Rawdon. Para la mitad del tomo dos, me destrozó la muerte de George Osbourne a quien ya había decidido acompañar a luchar contra Napoleón. Para el tomo tres era completamente esclava del capitán Dubbin. Odiaba a Becky y sufría horrores con Amelia.
El detalle. El pequeñísimo detalle es que el Tomo 4, el del final, no está... no está por ningún lado. Lo cual explica por qué nunca la había emprendido con la Feria de Vanidades. Evidentemente en épocas más lúcidas tuve la precaución de fijarme si estaba el libro completo antes de que me pasara esto.
Y acá estoy... completamente desvastada porqeu no encontré el libro on line y porque hoy en Yenny me pidieron $121 porque viene la edición completa en un solo tomo. En la calle Corrientes tampoco lo encontré.
Y acá vamos, con el último manotazo del ahogado... o aparece el libro antes del viernes o me entero de qué fue de la vida de toda esta gente por DVD. Triste. Tristísimo.