Entre Superman y Batman, yo siempre elegí a Superman.

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Y eso que, cuando mi hermano era chico, todas las tardes veíamos la serie del hombre murciélago barrigón y a mi me encantaba. Y, te digo más, cuando se puso al volante del Batimovil un aún apetecible Val Kilmer, dudé. ¿Para qué mentirles? Pero no, che. No hubo caso.

De entro todos los Superman, por ejemplo, y mal que me pese, recuerdo al de la serie esa donde la minita que hoy hace de divorciada en Desperate Housewives era Louise Lane. Y ¿ves?, me pasa esto. No tengo la menor idea de quién era el chabón (Clark Kent, qué boluda) porque para mí era Superman. Y punto.

Yo me lo creí, completamente. Y sí, tengo 12 años.

Y no te quiero decir que Christopher Reeve no, porque sería una falta de respeto, es decir, no le daba el espacio de la pantalla para estar más bueno.

Pero no va por ahí, porque de última, los trazos de tinta del comic, también. Acá de lo que se trata es de Superman. Es decir: vuela. Ve a través de las paredes. Corre como el viento. Escucha todo. Es más fuerte que nadie. Es honesto. Es tan bueno que duele. Y encima, "de civil" tiene esa onda de nerd que se parte al medio. No da, entedes? No da, pero ni medio. Dejá algo para el resto.

Y, si bien es cierto, que llega un momento en la vida en que abandonás la cómoda ventana del castillo y dejás de esperar príncipes azules, yo, a Superman, lo sigo esperando.

Pero en serio te digo. A tal punto que, aunque la última vez en el cine, había salido con gusto a poco (y no por vos chiquito eh), el otro día fuí y me alquilé el DVD y me fijé detenidamente y yo te digo que sí. Yo a Superman se la chupo incluso aunque se me acalambre la mandíbula en el intento.

En fín, acá en el carajo también hay blogs.