Ustedes acá (en Buenos Aires) no se dan cuenta porque hay bocha de otros clubes que amortiguan la cuestión. Pero allá no. Allá o sos de Central, o sos pecho. Es decir, habrá una veintena de boluditos que se hicieron de Boca cuando el Gráfico se vendía dignamente. Y, ponele, dos o tres gallinas que llegaron a dirigir la sucursal rosarina de alguna corporación de acá. Pero nada más.

El resto es blanco o negro. Es decir, el resto es amarillo y azul o... o lo otro. Mucho más amarillo y azul, claro.

Y te lo digo yo, y no me crees. Pero date una vuelta cuando quieras. Y no te digo que vayas al Parque Alem (qué emoción), te digo, una zona cualquiera, elegí, al azar: el centro, la terminal, la peatonal, el Boulevard Oroño, el Parque... mirá lo que te digo... el Parque si querés... y contá cuántas camisetas auriazules ves y cuántas de las otras... y por goleada, hermano, yo te aseguro que Central aplasta por goleada.

Y te digo camisetas, por ponerle un rótulo. Pero allá es todo. Allá te pusiste un jean celeste y una remera amarilla y es Central. Es, Central. No lo dudés, porque no lo podes dudar. Porque es así. Más aún. Allá tenes una carpeta amarilla y es Central. Todo. Todo. El color con el que pintas el nombre de tu negocio. La forma en que ubicas la mercadería en la vidriera, todo... absolutamente todo es Central... o lo otro. En todos lados.

Y es así. Todo el tiempo es así. Y ponele que vos vas con tu camiseta por, ponele, Urquiza. Y da justo la casualidad que te cruzaste con un pecho... y, ponele, que es justo un pecho hablador... y no sé, te putea. Al toque, dos, tres, cinco, cuatro canallas te defienden. Porque es así. Es todo el tiempo.

Es la familia. Es la escuela. Es el trabajo. Es la calle. El bar. El colectivo. El trole. La heladería. La cola del supermercado. La cajera del supermercado. La Municipalidad. La radio. La televisión. Todos divididos para un lado o para el otro. No te dan respiro... No hacés pié nunca.

Por eso si perdés. Digamos, si perdés un clásico. No tenes lugar en la tierra al otro día. Qué te digo al otro día, al ratito, al par de minutos. Y si encima te comes cuatro ( y ya ni hablar de si tiraste la toalla)... es full time.

Y te digo que se disfruta. Sí, claro que se disfruta y sí. Se sufre. Pero a quién le importa. Es como... es como cuando juega la selección. Pero cuando juega un mundial, que vos, ponele, ves un cajón de manzanas y las manzanas están todas envueltas en papeles blancos y celestes y mirás al verdulero con gesto cómplice, porque de pronto, te sabes parte de algo.

Bueno, es lo mismo, pero sin la parte del mundial, acá se pertenece todo el tiempo. En todas las esquinas. En el cine. En los bares. En el auto. Todo el día se es parte de algo.

Y para mí. Para mí, además, es la parte por el todo, la sinecdoque. Porque, para mí Central es Rosario y Rosario es Central y los dos son más, pero también son eso... y entonces cada partido, cada cargada, cada derrota y cada triunfo tiene un poco de eso.

Y, ponele, ayer, cuando cayó la tormenta de granizo que cayó... yo sabía, porque te juro que lo sabía como si lo estuviera viendo.... que ayer en un montón de esquinas se multiplicaron las jodas. Yo sabía, como si lo escuchara en directo, que, ayer alguien estaba diciendo que era el día de los Pechos Fríos, o que estaban limpiando la cancha del parque o que... lo que quieras... no importa. No importa exactamente qué... era tan obvio. Era tan claro.

De nada!