
miércoles, febrero 13, 2008
Boomerang
Primero, tenés que explicarle que ese ruido se llama "sirena"
Inmediatamente, saltás al concepto de polisemia para poder diferenciar ese ruido del otro ser mitológico mitad mujer, mitad pez que vive "bajo del mar" con el cangrejo Sebastian.
Después, volvés a la sirena, y a por qué ese auto tiene y este otro, no. Acto seguido estás hablando de bomberos, médicos y policias; prohibiendote a vos misma mencionar la palabra pizza o dejar caer un sarcasmo.
Para cuando te das cuenta, acabás de decir delante de la criatura, la palabra "semáforo" seguido de un: pueden pasarlo en rojo, que evidentemente se te escapó. Entonces tenés que explicar por vez número mil cuándo se cruza, cuando no, y por qué.
Si tenes suerte, queda ahí.
Pero lo más probable es que tengas que dar una noción general sobre qué hacer en el caso de que esa sirena la escuches antes de cruzar, a pie.
Ahora, inevitablemente, se te va a preguntar por qué nosotros no vamos en esa ambulancia al médico. Y ahí te tocará hacer equilibrio entre infomación comprensible para un crío de cuatro años y sensibilidad que no hay que herir innecesariamente. Acto seguido, deberás dar cuenta de las consecuencias devastadoras del fuego donde, seguramente, vendrá en tu auxilio el recuerdo de Bambi.
Así las cosas, y evitando con toda intención el caer en taxativos opuestos sobre los "malos" que roban y los "buenos" que apresan, concluirás con un: ¿te expliqué bien o hice mucho lío? Y justo cuando comiences a esbozar una sonrisa de satisfacción por el: sí, está bien... la demanda te caerá como un rayo: "Ma! ¿me lo contás todo de nuevo... por favor?
Y sabés que sí. Que como él quiera. Que ese o cualquiera de los dos mil quinientos por qué del día.
Pero...
No podés evitar pensar que hace cuatro años atrás, vos te jactabas de no darle explicaciones a nadie, sobre nada, nunca. Y hasta tenías un tonito encantadoramente salamero para decir: yo no doy explicaciones.
Chin Pum!
Inmediatamente, saltás al concepto de polisemia para poder diferenciar ese ruido del otro ser mitológico mitad mujer, mitad pez que vive "bajo del mar" con el cangrejo Sebastian.
Después, volvés a la sirena, y a por qué ese auto tiene y este otro, no. Acto seguido estás hablando de bomberos, médicos y policias; prohibiendote a vos misma mencionar la palabra pizza o dejar caer un sarcasmo.
Para cuando te das cuenta, acabás de decir delante de la criatura, la palabra "semáforo" seguido de un: pueden pasarlo en rojo, que evidentemente se te escapó. Entonces tenés que explicar por vez número mil cuándo se cruza, cuando no, y por qué.
Si tenes suerte, queda ahí.
Pero lo más probable es que tengas que dar una noción general sobre qué hacer en el caso de que esa sirena la escuches antes de cruzar, a pie.
Ahora, inevitablemente, se te va a preguntar por qué nosotros no vamos en esa ambulancia al médico. Y ahí te tocará hacer equilibrio entre infomación comprensible para un crío de cuatro años y sensibilidad que no hay que herir innecesariamente. Acto seguido, deberás dar cuenta de las consecuencias devastadoras del fuego donde, seguramente, vendrá en tu auxilio el recuerdo de Bambi.
Así las cosas, y evitando con toda intención el caer en taxativos opuestos sobre los "malos" que roban y los "buenos" que apresan, concluirás con un: ¿te expliqué bien o hice mucho lío? Y justo cuando comiences a esbozar una sonrisa de satisfacción por el: sí, está bien... la demanda te caerá como un rayo: "Ma! ¿me lo contás todo de nuevo... por favor?
Y sabés que sí. Que como él quiera. Que ese o cualquiera de los dos mil quinientos por qué del día.
Pero...
No podés evitar pensar que hace cuatro años atrás, vos te jactabas de no darle explicaciones a nadie, sobre nada, nunca. Y hasta tenías un tonito encantadoramente salamero para decir: yo no doy explicaciones.
Chin Pum!