martes, abril 01, 2008
Primer acercamiento a la conducta pelotufanesca
Cuando yo era chico era fanático de dos cosas en particular. La primera del chicle globo Bazooka, pero el que venia en una tirita larga: el famoso Bazooka Jirafa. Y segundo, pero ahí nomás: del Naranjú. El Naranju de naranja. Bueno, podría ser peor... mi viejo me podría haber hecho fanático del Torino.
Pero hay algo que siempre agradezco a mis fanatismos. Es no haberme convertido nunca en un pelotufan. Si, en un fanático pelotudo; pero pelotufan nunca. Y no me vengan con que chupar y chupar un pedazo de hielo con un montón de químicos dentro de una bolsita de plástico es casi rozar el límite del pelotufanismo. O que intentar hacer el famoso doble globo en el recreo largo es jugar un cabeza – cabeza con otro pelotufan. Nada que ver.
Ser fanático pelotudo es hacer cosas con apasionamiento, y ser pelotufan es ser directamente condescendiente con el todo, es freudiano. El objeto del pelotufanismo con el que sueña todo pelotufan es la encarnación de la figura paterna perfecta, porque la que uno no puede dejar de sentir una admiración cuasi freudiana. Esto lo digo yo y lo va a decir cualquier egresado de Psicología. Es así.
Jung, por otro lado, en lugar de castigar más la figura del objeto, se pone de la vereda de enfrente, y dice que hay una necesidad casi imperante de admiración, de admirar algo, no importa lo que eso remita. Por eso, en los comentarios, la gente responde cualquier cosa. Porque la idea es decir estoy acá, te sigo. Lo que nos deriva a otro lado: la onda fotolog.
En los flogs (además de nenas hermosas sacándose fotos mirando para arriba apuntando a un escote en estado de desarrollo) tenemos que abundan comentarios del estilo: "pase, pasate", "¡primero!", "yo ya pase, relindo todo", "venite vos"... etc. Ahí nos damos cuenta que los flogs se convirtieron en el paraíso pelotufan por excelencia. La consigna es: pelotufanes al poder y este sábado a las siete en el Abasto.
Entonces... ser pelotufan es como... o sea, es como ver Hannah Montana y querer ser la amiga copada de Hannah en lugar de Hannah. (Si, yo veo Hannah Montana).
Pero hay algo que siempre agradezco a mis fanatismos. Es no haberme convertido nunca en un pelotufan. Si, en un fanático pelotudo; pero pelotufan nunca. Y no me vengan con que chupar y chupar un pedazo de hielo con un montón de químicos dentro de una bolsita de plástico es casi rozar el límite del pelotufanismo. O que intentar hacer el famoso doble globo en el recreo largo es jugar un cabeza – cabeza con otro pelotufan. Nada que ver.
Ser fanático pelotudo es hacer cosas con apasionamiento, y ser pelotufan es ser directamente condescendiente con el todo, es freudiano. El objeto del pelotufanismo con el que sueña todo pelotufan es la encarnación de la figura paterna perfecta, porque la que uno no puede dejar de sentir una admiración cuasi freudiana. Esto lo digo yo y lo va a decir cualquier egresado de Psicología. Es así.
Jung, por otro lado, en lugar de castigar más la figura del objeto, se pone de la vereda de enfrente, y dice que hay una necesidad casi imperante de admiración, de admirar algo, no importa lo que eso remita. Por eso, en los comentarios, la gente responde cualquier cosa. Porque la idea es decir estoy acá, te sigo. Lo que nos deriva a otro lado: la onda fotolog.
En los flogs (además de nenas hermosas sacándose fotos mirando para arriba apuntando a un escote en estado de desarrollo) tenemos que abundan comentarios del estilo: "pase, pasate", "¡primero!", "yo ya pase, relindo todo", "venite vos"... etc. Ahí nos damos cuenta que los flogs se convirtieron en el paraíso pelotufan por excelencia. La consigna es: pelotufanes al poder y este sábado a las siete en el Abasto.
Entonces... ser pelotufan es como... o sea, es como ver Hannah Montana y querer ser la amiga copada de Hannah en lugar de Hannah. (Si, yo veo Hannah Montana).
