martes, septiembre 30, 2008
"En Internet está todo"
A la maestra del jardín de Joa se le ocurrió pedir determinada cosa para que los nenes hagan determinada otra. En realidad, no se le ocurrió a la maestra, sino que la orden vino de dirección. Y se sabe que las directoras, atrás de los escritorios atestados de galletas tienen pensamientos pastosos y poco claros. La maestra de Joa, en cambio, es bastante copada, y casi casi que pidió un atril de 1,20m de alto como disculpándose.
Vale aclarar que soy bastante inútil para las manualidades. Esto dicho así, suena muy taxativo y no es del todo cierto. Pero para todo lo que tiene que ver con… no sirvo. De hecho, dibujo personas de palito, y el otro día tratando de hacer a Po (el panda de la genial Kung Fu Panda) terminé dibujando algo a lo que mi hijo bautizó Pollito Panda. No pregunten.
El tema, igual, no es el atril en sí. Comentando sobre el mismo, mi hijo decidió tomar cartas en el asunto e intervino:
Joa: Ma! ¿por qué vos no me hacés el atril?
Maga: porque no sé cómo hacerlo Joa
Joa: fijate en Internet
Maga: ¿? ¿? ¿? ¿? ¿? ¿? (que vendría a ser el equivalente a arquearle las cejas en claro gesto interrogativo apelativo)
Joa: en Internet, fijate
Maga: Joa, ya entendí lo que me dijiste. Pero no creo que en Internet enseñen a hacer un atril y además, aunque me fije no creo que me salga
Joa: Ah, entonces sí enseñan pero no te querés fijar porque no te sale
Maga:( ) sí
Joa: compralo
Maga: eso intento, Joa; pero los atriles que venden son de 1,85m y vos necesitás uno más chico. No te preocupes, vas a tener el atril
Joa: ya sé, estamos pensando cómo
Maga:( )sí, Joa… estamos pensando cómo. ¿Querés ir a jugar mientras pensas?
Joa: no
Maga: bueno
(1)
(2)
(3)
Joa: qué es un atril?
Maga: esto, (señalando dibujo)
Joa: ah… no parece difícil
Maga: claro, ¿querés hacerlo vos?
Joa: no, ¿quién es la madre acá?
En dos años, para cuando hay cumplido los siete, lo permuto por perro pequinés. Si no se puede, en tres, lo remato en una plaza pública. Si me lo tengo que quedar de cuatro a cinco años, lo regalo al primero que pase. Y si me dura seis más, lo abandono a la vuelta de una esquina.
Aunque es altamente probable que tenga que volver a los tres minutos a preguntarle cuál era el camino a casa.
Vale aclarar que soy bastante inútil para las manualidades. Esto dicho así, suena muy taxativo y no es del todo cierto. Pero para todo lo que tiene que ver con… no sirvo. De hecho, dibujo personas de palito, y el otro día tratando de hacer a Po (el panda de la genial Kung Fu Panda) terminé dibujando algo a lo que mi hijo bautizó Pollito Panda. No pregunten.
El tema, igual, no es el atril en sí. Comentando sobre el mismo, mi hijo decidió tomar cartas en el asunto e intervino:
Joa: Ma! ¿por qué vos no me hacés el atril?
Maga: porque no sé cómo hacerlo Joa
Joa: fijate en Internet
Maga: ¿? ¿? ¿? ¿? ¿? ¿? (que vendría a ser el equivalente a arquearle las cejas en claro gesto interrogativo apelativo)
Joa: en Internet, fijate
Maga: Joa, ya entendí lo que me dijiste. Pero no creo que en Internet enseñen a hacer un atril y además, aunque me fije no creo que me salga
Joa: Ah, entonces sí enseñan pero no te querés fijar porque no te sale
Maga:( ) sí
Joa: compralo
Maga: eso intento, Joa; pero los atriles que venden son de 1,85m y vos necesitás uno más chico. No te preocupes, vas a tener el atril
Joa: ya sé, estamos pensando cómo
Maga:( )sí, Joa… estamos pensando cómo. ¿Querés ir a jugar mientras pensas?
Joa: no
Maga: bueno
(1)
(2)
(3)
Joa: qué es un atril?
Maga: esto, (señalando dibujo)
Joa: ah… no parece difícil
Maga: claro, ¿querés hacerlo vos?
Joa: no, ¿quién es la madre acá?
En dos años, para cuando hay cumplido los siete, lo permuto por perro pequinés. Si no se puede, en tres, lo remato en una plaza pública. Si me lo tengo que quedar de cuatro a cinco años, lo regalo al primero que pase. Y si me dura seis más, lo abandono a la vuelta de una esquina.
Aunque es altamente probable que tenga que volver a los tres minutos a preguntarle cuál era el camino a casa.
